Queturá

El libro del Génesis (cap. 25, 1-6) nos menciona como Abraham (Gén 25, 1-6) toma a otra mujer llamada Queturá y engendra con ella seis hijos, esto ocurrió cuando ya había quedado viudo de Sara. Lo importante y lo que se desea resaltar con la historia de Queturá es el amor y la devoción con la que trató a Abraham en los años de su vejez, a pesar de no haber sido su primer amor y no contar con los privilegios y derechos de una esposa, esto lo prueba el que no hubo derechos hereditarios para los hijos. En cuanto al hecho de que Abraham engendrara a esta edad, hablamos de que debe haber tenido unos 140 años aproximadamente, hemos de recordar que su virilidad había sido restaurada milagrosamente por el nacimiento de Isaac, y hemos de creer que persistió hasta su muerte. Esto es parte de la promesa de que su simiente se multiplicaría como la arena del mar y como las estrellas. No vamos, pues a detenernos en esto.

El ejemplo del patriarca, naturalmente, no es una ley de conducta. Es curioso que Queturá es la primera mujer que se nos menciona que estaba dispuesta a casarse con un hombre que lo hacía por segunda vez y a tan avanzada edad. Esto no implica censura para Abraham ni para Queturá. En realidad, fue una bendición el que tuviera tantos hijos, lo que contribuyó al cumplimiento de la promesa a Abraham. Es de notar que en aquellos tiempos la esterilidad femenina no era rara. Recuérdese que Sara, Rebeca, Raquel y Lea tuvieron muy pocos hijos.

Queturá se nos presenta como un tipo distinto de esposa. No como una joven que dedica su vida al marido con cariño. No como una esposa que es, hasta cierto punto, independiente en su propia tienda. Sino como una esposa que tiene cuidado de una persona de edad. Esto implica devoción, que combina el afecto de esposa con el de madre. Es como la hija mayor que cuida al padre.

No se trata de una relación romántica. No representa un matrimonio ideal. Pero es un matrimonio en el cual la pasión, que ya no es vehemente adquiere cualidades altamente éticas. Naturalmente, no sabemos hasta qué punto Queturá amó a Abraham debido a su peculiar vocación y si compartía su fe.

Pero podemos decir que ocupa una peculiar posición como esposa de un hombre con un segundo matrimonio. No se trata de un matrimonio de conveniencias, o como se dice hoy un “unir los recursos” o cualquier otro arreglo por razones superficiales. Ha de haber sincera devoción entre los dos. Ha de haber la consagración de esta calidad en que el amor se combina con el deseo santo de ser una ayuda para el que está solo y solitario.

Y es esta clase de amor, la que al final del día hace que permanezcan juntos los matrimonios, es lo que los mantiene unidos, los hace tolerantes, pacientes, cariñosos.

Un amor maduro que ya no busca su propia satisfacción, sino que se desvive por el otro, sin importar si recibe o no del otro porque el simple hecho de entregarse le da la satisfacción de hacerlo feliz y eso le genera bienestar.

Este amor no es fácil de desarrollar, esta historia llama la atención, porque hoy en día es muy común quejarnos de lo que el esposo o la esposa no nos da, de lo que no quiere cambiar, de lo que no quiere aportar, el “cómo no” está a la puerta y le damos entrada porque nos falta entender en que consiste verdaderamente el amor.

Pidámosle pues a nuestro Dios claridad, fortaleza, generosidad para aprender a darnos y aprender a amar a nuestra pareja, hemos hablado de que el amor a Dios nos hace muchas veces renunciar a nosotros mismos. El amor es renuncia y también en el matrimonio debemos renunciar muchas veces y no empecinarnos y seguir montados en nuestro macho queriendo que el amor se ajuste a nuestros criterios y necesidades.

Amar, como Cristo nos ama, sin condiciones, sin peros, sin es qué…, y amar no es lo mismo que soportar, es difícil en ocasiones encontrar el punto de equilibrio, se puede decir que solo la oración y nuestro Dios es quien puede llevar a dar esta clase de amor.

Pero la decisión de amar solo es tuya, solo es mía, solo es nuestra.

Una vez que hemos elegido amar: debemos ponernos en manos del Señor, abrir mente y corazón para dejarlo actuar, lo que no podemos hacer, él es capaz de transformar, pero eso sí, habrá que armarse de paciencia como el santo Job porque seguramente sucederán muchas cosas, que costará trabajo superar, que no serán como uno quiere, pero al final se encontrará esa felicidad de la que tanto se habla y que nos dice: no hay mayor felicidad que entregarnos por los demás.

El presente escrito fue tomado de la reflexión personal del equipo de presentadores del programa sabatino de radio Palabra y Vida coordinado por Jorge A. Cervantes Alday, y es transmitido en Radio Guadalupana (1240 AM) en Ciudad Juárez, México.

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