Susana

La historia de Susana narrada en el libro de Daniel (Dn 13,1-64) nos cuenta de un hombre llamado Joaquín que vivía en Babilonia y que se casó con una mujer muy bella que había sido educada por sus padres según la ley de Moisés.  Joaquín era muy rico tenía un jardín al lado de su casa y muchos judíos acudían a verlo porque era respetado de todos. Ese año habían elegido a dos ancianos del pueblo como jueces, estos hombres frecuentaban la casa de Joaquín y todo el que tenía un litigio venía a verlos.

Cuando el pueblo se retiraba a medio día, Susana iba al jardín de su marido para pasearse en él. Los dos ancianos que la veían diariamente entrar y pasearse comenzaron a desearla al punto de acabar devorados por tal pasión, pero se la ocultaban el uno al otro; un día se fueron cada uno por su lado, pero luego volvieron y qué creen? Que se toparon en el mismo lugar y al preguntarse porque habían regresado, terminaron confesando su deseo. Entonces se aliaron para buscar juntos una ocasión para hallarla sola.

Mientras estaban al acecho de la ocasión favorable, entró Susana en el jardín como lo hacía siempre acompañada sólo de dos sirvientas. No había nadie más fuera de los dos ancianos que se habían escondido para observarla.  Hacía calor y decidió bañarse así que envió a las sirvientas a traer óleo y perfume y a que cerraran las puertas para que se pudiera bañar.  Apenas salieron las sirvientas los ancianos se levantaron y corrieron donde Susana para decirle “Las puertas del jardín están cerradas, nadie nos ve y estamos locos de deseo por ti, acepta pues entregarte a nosotros o de lo contrario atestiguaremos en tu contra y diremos que estaba contigo un joven y que por eso despachaste a las muchachas”.

Susana se vio acorralada pues de cualquier manera le tocaría perder; sin embargo, prefirió la muerte que quedar pecando a merced de estos hombres. Fue así como Susana lanzo un fuerte grito y los ancianos también; cuando llegaron los sirvientes de la casa, los ancianos comenzaron a dar sus explicaciones acusando a esta mujer de adulterio. Al día siguiente cuando se reunió el pueblo en casa de Joaquín, llegaron los dos ancianos despechados, y con ellos, el corazón repleto de intenciones maliciosas contra Susana. La hicieron llamar y se levantaron en medio de la asamblea poniendo sus manos en la cabeza de ella.  Susana lloraba volviendo sus ojos al cielo, poniendo su confianza en Dios.

Los viejos narraron su historia diciendo que un joven que estaba escondido en el jardín se había acercado a ella cuando las sirvientas salieron y que ellos cuando vieron esto corrieron donde estaban y los encontraron acostados juntos debajo de un árbol, pero que desgraciadamente no habían podido agarrar al joven porque era más fuerte que ellos y había escapado. Como eran jueces y ancianos la asamblea les creyó y condenaron a muerte a Susana, que gritó con fuerza: “Dios Eterno, tú que conoces los secretos y que conoces todo antes de que suceda, tú sabes que han levantado contra mí un falso testimonio y que ahora moriré inocente de todo lo que estos miserables han imaginado contra mi” ¿Y ustedes que creen que pasó?

El Señor escuchó su voz y despertó el Espíritu Santo en un joven llamado Daniel quien cuestionó al pueblo por condenar a una hija de Israel sin haberla juzgado ni investigado más; los volvió al tribunal y pidió interrogar a cada uno de los ancianos por separado y ¿qué creen?  Los agarró “in fraganti” o sea en la mentira, ya que ambos dijeron haberlos encontrado en un árbol diferente, uno dijo una acacia y el otro dijo un encino.  Al descubrirlos la asamblea los condenó al mismo castigo que habían sentenciado para Susana librándola a ella de la muerte y del repudio de los suyos.

En esta historia podemos reflexionar sobre lo importante que es mantenerse fiel a Dios en todo momento, por difícil que sea. ¿Cuántas veces no nos ha pasado simplemente que en una reunión donde se ridiculiza a la virgen o al mismo Jesús, nos quedamos callados? ¿Cuántas veces por temor o por vergüenza hemos dejado de lado nuestra fe, negando de esta manera nuestras creencias, nuestra confianza y nuestro amor a Dios? Pidamos pues a nuestro Padre celestial la fortaleza y valentía de Susana, su determinación para enfrentar las consecuencias de su fe y su fidelidad hasta la muerte misma.

El presente escrito fue tomado de la reflexión personal del equipo de presentadores del programa sabatino de radio Palabra y Vida coordinado por Jorge A. Cervantes Alday, y es transmitido en Radio Guadalupana (1240 AM) en Ciudad Juárez, México.

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